martes, enero 25, 2011
Esa luz
Despuntaba el día y yo soñaba contigo, con tu nariz prominente señalando el destino. Nos mirábamos. Chispeábamos de luz y alegría, de calor y color. Estaba muy claro, todo escrito. Me dolía el alma, la carne, me moría en cada esquina de mi habitación, y renacía, llena de orgullo, sintiéndome por vez primera salvajemente libre. Supe, de golpe, de una forma brutal y arrolladora, que aquello no nos pertenecía. No me pertenecía. Y empecé a andar hacia delante, me dejé crecer el pelo, me dejé amar y amé, tuve hijos, crecí, y fui envejeciendo. Soy un reflejo de esa luz. Tú, me la recuerdas, por siempre, aunque no puedas dármela.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Sigue a esa luz...es el camino.
ResponderEliminarYo también chispeaba.
ResponderEliminarBueno, al menos ocurrió.
Besos.
Esa luz probablemente te lleva al punto de origen, un punto que quizá nunca debiste abandonar.
ResponderEliminarSuerte y valor, o gafas de sol. A elegir.
Hay luces que nos iluminan siempre. Tal vez por que en su momento no se hubo apagado del todo. O
ResponderEliminaracaso nos es, aún, muy dificil evitar que nos siga encandilando. A veces hasta la seguimos necesitando.
Breve, preciso y hermoso tu texto.
Un enorme abrazo
Conozco esa sensacion... No te pertenece... pero da igual...
ResponderEliminar;-)